Apple y Google contra la UE: ¿Defendiendo al usuario o a su modelo de negocio?

 La nueva normativa digital de la Unión Europea ha abierto un frente inesperado: Apple y Google se han unido para protestar públicamente contra la Ley de Mercados Digitales (DMA), argumentando que esta legislación no solo amenaza su modelo de negocio, sino que también perjudica a los propios consumidores. ¿Pero hasta qué punto tienen razón?

Un marco europeo para frenar a los gigantes tecnológicos

Desde el 7 de marzo, la DMA obliga a seis grandes tecnológicas (entre ellas Apple, Google, Meta o Amazon) a cumplir nuevas reglas de interoperabilidad y transparencia para evitar abusos de poder en sus plataformas. En otras palabras, la UE quiere abrir el jardín vallado de las big tech.


Entre las exigencias: permitir la instalación de tiendas de apps alternativas, facilitar cambios de navegador por defecto, evitar el favoritismo en los resultados de búsqueda o asegurar el acceso justo a datos de los usuarios. Todo muy razonable… salvo si eres el que hasta ahora controlaba las reglas del juego.

El alegato de Apple y Google: ¿una defensa legítima?

Ambas compañías coinciden en que cumplir con la DMA implica decisiones técnicas que pueden debilitar la seguridad, la privacidad y la experiencia de usuario. Apple, por ejemplo, teme que permitir tiendas alternativas de apps en iPhone acabe abriendo la puerta a software malicioso. Google, por su parte, denuncia que se ve obligada a modificar el diseño de servicios clave como la búsqueda o la Play Store, lo que confunde al usuario y genera experiencias inconsistentes.

Pero detrás del discurso de defensa del consumidor, lo que realmente se tambalea es el control de los canales de distribución, la ventaja competitiva y, en última instancia, el negocio.

El trasfondo: poder, datos y dinero

No es casual que ambas empresas hayan publicado artículos extensos el mismo día en que la UE empezó a exigirles cambios. Esta reacción coordinada busca influir en la narrativa pública y preparar el terreno ante una posible oleada de sanciones o pérdida de ingresos. Porque el fondo de la cuestión es simple: la UE quiere devolver parte del control al usuario y evitar monopolios encubiertos. Y eso no encaja con el modelo de negocio de quienes llevan años siendo “guardianes” del acceso digital.

¿Quién sale ganando con la DMA?

La intención del regulador europeo es loable: fomentar la competencia y ampliar la libertad de elección del usuario. Pero la ejecución no está exenta de riesgos. Si las alternativas que surgen son peores, más inseguras o simplemente más confusas, los propios consumidores podrían rechazar los cambios… y reforzar irónicamente el poder de los gigantes a los que se quería frenar.

La clave estará en cómo se implementen estas normas, si los reguladores son capaces de equilibrar innovación y control, y si los usuarios realmente están dispuestos a salir del ecosistema cómodo que Apple y Google han construido para ellos.