Cuando el algoritmo premia la fama por encima del método.
De la ecuación al reels
La ciencia ha llegado a TikTok… pero no como esperábamos. Lo que antes requería años de estudio ahora cabe en 30 segundos con una canción de fondo. ¿El objetivo? Likes. Y si para conseguirlos hay que explicar física cuántica con metáforas de horóscopos o decir que “los chakras vibran en resonancia con el campo cuántico universal”, pues se hace. Total, ¿quién va a comprobarlo?
La ciencia se volvió entretenimiento (y perdió el rigor)
Los nuevos rostros de la divulgación ya no publican en Nature, publican en Instagram. ¿El formato? Cortes rápidos, titulares dramáticos y afirmaciones grandilocuentes que caben en un carrusel. Da igual que la evidencia no respalde lo que dicen, porque el engagement sí lo hace. La divulgación seria ha sido reemplazada por una especie de showman con bata que mezcla hechos con opinión y termina el vídeo pidiendo que “le sigas para más verdades incómodas”.
Cuando el algoritmo dicta la verdad
La popularidad no es validación científica, pero en redes sociales lo parece. Si un vídeo acumula millones de reproducciones, ¿quién se atreve a llevarle la contraria? Esto genera un ecosistema donde la recompensa no es el rigor, sino la viralidad. Y donde los científicos de verdad —los que dudan, matizan, explican— desaparecen, porque sus vídeos “no atrapan”.
Seguidores no son peer review
Un influencer con 2 millones de seguidores no equivale a una investigación revisada por pares. Pero el público medio no hace esa distinción. Y el problema no es solo que se difunda mala ciencia: es que se fabrica autoridad con métricas vacías. ¿El resultado? Un ecosistema donde un microbiólogo se convierte en experto en cambio climático de un día para otro, porque el vídeo anterior gustó.
Lo que nadie te cuenta sobre esto
Muchos de estos divulgadores saben exactamente lo que están haciendo: manipulan conceptos complejos para que suenen espectaculares, omiten matices deliberadamente y lo justifican con el mantra de “hay que llegar al gran público”. Pero si para “llegar” hay que tergiversar, eso no es divulgación. Es ciencia-ficción con filtro de Instagram.
Y lo peor es que, en un entorno saturado de desinformación, necesitamos más que nunca voces rigurosas. Pero esas no hacen viral un reel. Hacen pensar.