Te vendieron libertad, flexibilidad y conciliación. Pero lo que tienes es una oficina en casa... con cámaras invisibles y algoritmos que lo ven todo. El teletrabajo se ha convertido en el nuevo campo de observación masiva. Y tú, en el ratón del laboratorio.
No estás trabajando desde casa: estás siendo monitoreado
Lo llaman productivity suite, pero es espionaje con PowerPoint. Desde que el teletrabajo se normalizó, las empresas han multiplicado la instalación de software para "medir la eficiencia": herramientas que rastrean tu actividad, registran clics, tiempo en cada app y hasta movimientos del ratón. Y tú sin saberlo, porque nadie te avisó que tu jornada incluye ser analizado como un paquete de datos.
Software que mide teclas, no talento
Lo que no se mide no existe. Bajo esa premisa, han proliferado sistemas como Hubstaff, Time Doctor o Teramind, que hacen capturas de pantalla, calculan cuántas teclas pulsas por minuto y cuántos segundos pasas sin mover el cursor. ¿Resultado? Un culto a la cantidad sobre la calidad. Da igual si has tenido una idea brillante: si no has hecho 300 clics en Excel, no cobras el bonus.
El jefe ya no te mira… porque te escanea
Ya no necesitas a un jefe tóxico respirándote en la nuca. Ahora tienes una IA que detecta si frunces el ceño en las videollamadas. O si tu patrón de escritura cambia por estrés. ¿Paranoia? No tanto: empresas como Amazon, JPMorgan o PwC ya han probado sistemas de análisis emocional y biometría digital en sus empleados remotos. Lo llaman wellbeing. Lo que es: control emocional algorítmico.
¿Libertad o low-cost de oficina?
El teletrabajo parecía una revolución laboral, pero se ha convertido en una forma de externalización sin derechos. Pagas tu wifi, tu silla, tu café... y encima te vigilan. Para muchas empresas, es la fórmula perfecta: reducir costes fijos y aumentar el control sin levantar sospechas. La libertad era un anzuelo. El contrato social, papel mojado.
Lo que nadie te cuenta sobre esto
Algunos países ya están legislando para limitar este control digital. Francia exige transparencia en la monitorización remota. En España, se supone que hay “derecho a la desconexión digital”, pero se queda en PowerPoint. Mientras tanto, el software espía se cuela en las empresas como si fuera Slack o Zoom.
Y recuerda: si tienes que mover el ratón cada cinco minutos para no parecer vago... no estás trabajando, estás sobreviviendo.