Europa lleva años dependiendo de las grandes tecnológicas estadounidenses para alojar sus datos. Pero algo está cambiando: la UE y varios gobiernos están moviendo ficha para recuperar el control digital y plantar cara a Amazon, Microsoft y Google en el terreno más crítico del siglo XXI: la nube.
Una preocupación que ya es oficial
En los Países Bajos, una auditoría del gobierno ha encendido todas las alarmas. Varios ministerios usan servicios en la nube de proveedores estadounidenses, lo que los expone a legislaciones como el CLOUD Act, que permite a EE. UU. acceder a esos datos aunque estén almacenados en Europa. Y claro, eso no ha hecho ninguna gracia.
La solución propuesta por el gobierno neerlandés es clara: diversificar los proveedores y apostar por alternativas locales o europeas para proteger la soberanía digital.
Virt8ra: la respuesta europea ya está en marcha
No se trata solo de recomendaciones. La Comisión Europea ha puesto en marcha Virt8ra, una infraestructura de nube soberana construida por 12 países y financiada con 3.000 millones de euros. Ya funciona en Croacia, Alemania, España y otros países, y apuesta por una arquitectura distribuida (edge computing) en lugar de los grandes centros de datos centralizados al estilo estadounidense.
¿El objetivo? Que tanto gobiernos como empresas puedan almacenar y procesar datos sin depender de los gigantes de siempre.
Nubes soberanas made in Europe
El sector privado también se está moviendo. En España, Stackscale, del Grupo Aire, ofrece servicios de cloud soberana con cumplimiento normativo europeo, precios transparentes y un modelo que huye del típico "paga por lo que usas" de los hiperescalares. No es casualidad: cada vez más empresas buscan mantener sus datos a salvo de legislaciones extraterritoriales.
Y no es la única. El proyecto Gaia-X, impulsado por Alemania y Francia, también quiere crear un ecosistema de datos federado y europeo, donde compartir información de forma segura y con reglas claras.
Pero no todo es tan fácil como suena
¿El problema? La mayoría de las alternativas europeas no pueden ofrecer, al menos de momento, todo lo que ofrecen Amazon, Google o Microsoft. El ecosistema de servicios, herramientas y soporte sigue siendo limitado. La soberanía digital tiene un precio, y no solo económico: requiere tiempo, colaboración y una estrategia a largo plazo.
¿Y ahora qué?
El debate ya no es si hace falta una nube europea, sino cómo y cuándo se podrá competir de verdad. La independencia tecnológica ya no es un lujo, es una cuestión de estrategia y supervivencia digital. Y Europa, esta vez, parece decidida a no quedarse atrás.
