¿En qué momento aceptamos vivir con una avalancha diaria de notificaciones que no hemos pedido, no queremos y que encima nos interrumpen justo cuando estamos concentrados?
Entre “te estás quedando sin espacio”, “hace tiempo que no hablas con tu ex” y “descubre cómo ganar 3000 € al mes sin esfuerzo”, la experiencia digital se ha convertido en una especie de spam emocional continuo. Lo peor es que muchas apps esconden las opciones de desactivarlas como si fueran cofres del tesoro.
Notificaciones que nadie pidió
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“Activa las notificaciones para no perderte nada”. ¿Perderme qué, exactamente? ¿Tu nuevo emoji animado?
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“Tu batería se está agotando”… al 19%. Gracias por la ansiedad gratuita.
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Recordatorios de apps que abriste una vez en 2018 y aún no se resignan a morir.
¿Y si no fuera un fallo, sino un modelo de negocio?
Las notificaciones no son errores: son una estrategia para captar tu atención, aunque sea a base de sobresaltos, vibraciones y alertas inútiles. Cada segundo que pasas mirando el móvil es una victoria para la app, no para ti.
La solución no es desconectar, es elegir mejor
No se trata de volverse un ermitaño digital, sino de recuperar el control. Menos notificaciones, más intención. ¿Te suena radical? Lo radical es vivir con el móvil vibrando cada 3 minutos como si fuera un detector de terremotos.