¿Nos está atrofiando la inteligencia artificial?

Un nuevo estudio de Carnegie Mellon y Microsoft lanza una advertencia: la IA está cambiando la forma en que pensamos... y no siempre para bien.

Los modelos de inteligencia artificial generativa como ChatGPT, Copilot o Gemini se han metido hasta la cocina en nuestras rutinas de trabajo. Y con ellos, ha llegado una pregunta incómoda: ¿nos están ayudando a pensar mejor o simplemente están pensando por nosotros?

Un reciente estudio conjunto de Carnegie Mellon University y Microsoft Research, basado en una muestra de 319 profesionales, arroja luz sobre esta cuestión. La conclusión es clara: la IA reduce el esfuerzo mental en muchas tareas, pero también puede debilitar nuestro pensamiento crítico, especialmente en las más rutinarias.

Menos pensamiento crítico, más dependencia

El dato que más llama la atención: el 62% de los encuestados reconocen que piensan menos críticamente cuando usan IA. ¿En qué casos? En tareas repetitivas, decisiones de bajo impacto o cuando el tiempo apremia. En contraste, quienes confían más en su propia experiencia son un 27% más propensos a cuestionar lo que la IA les ofrece.

En otras palabras: la IA no sustituye al juicio humano, pero si no andamos con ojo, puede adormecerlo.

¿Qué significa “pensar críticamente” con IA?

Usar el pensamiento crítico frente a la IA no es ciencia de cohetes. Es hacer lo que deberíamos hacer siempre:

  • Verificar lo que dice usando otras fuentes.

  • Detectar posibles sesgos o lagunas en sus respuestas.

  • Editar y contextualizar lo que nos da, no usarlo tal cual.

  • Ver a la IA como un punto de partida, no como la solución definitiva.

Lo contrario —aceptar sus salidas sin cuestionarlas— es lo que el estudio denomina pensamiento crítico “reducido”. Y es más común de lo que nos gustaría admitir.

Del “hacer” al “supervisar”

Otro cambio detectado: cada vez más profesionales usan la IA para generar un primer borrador, que luego pulen o corrigen. Casi un 70% ya trabaja así. Esto no está necesariamente mal, pero sí implica que pasamos de crear activamente a “curar contenidos” generados por una máquina.

¿El problema? Si esa curación se hace con prisas o sin atención, el resultado pierde riqueza, matices… y sentido.

El riesgo de la homogeneidad

La IA tiende a generalizar, a producir contenido "correcto" pero plano. El estudio lo llama “convergencia mecanizada”: cuando todos usamos la misma IA, todos acabamos diciendo más o menos lo mismo.

Y eso tiene consecuencias:

  • Se empobrece la creatividad.

  • Disminuye la diversidad de pensamiento.

  • Se propaga información errónea o descontextualizada.

  • Perdemos la costumbre (y la habilidad) de resolver problemas por nosotros mismos.

¿Puede la IA mejorar nuestro pensamiento?

Sí, si se usa bien. Cuando la empleamos para explorar nuevas ideas, contrastar perspectivas o afinar argumentos, la IA puede ser un aliado potente para el pensamiento crítico. Pero eso requiere algo que escasea: una actitud activa, escéptica y reflexiva.

No se trata de apagar la IA. Se trata de no apagar el cerebro mientras la usamos.

La clave está en cómo la integramos

La IA no es ni enemiga ni salvadora del pensamiento humano. Es una herramienta. El problema no es que nos haga más tontos, sino que nos volvamos cómodos y dejemos de hacer preguntas.

El futuro no se jugará entre quienes usen o no usen IA. Se jugará entre quienes sepan usar la IA sin perder la capacidad de pensar por sí mismos… y los que no.