30 de octubre de 1910: el día en que nació la imagen electrónica

El 30 de octubre de 1910, el ingeniero ruso Boris Rosing obtuvo la patente nº 18.076 para un dispositivo capaz de mostrar imágenes transmitidas mediante un tubo de rayos catódicos.
Aquel gesto —apenas una línea en el registro de patentes del Imperio Ruso— marcó el inicio de una revolución silenciosa: el nacimiento de la televisión y, con ella, de la cultura visual que define al mundo moderno.

Un ingeniero adelantado a su tiempo

Rosing no vivía en la era de las pantallas ni de la electrónica de consumo. Sus experimentos se desarrollaban en los laboratorios de San Petersburgo, en un contexto en el que la electricidad aún se veía como magia aplicada y la transmisión de imágenes parecía un sueño de ciencia ficción.

Su idea fue sencilla, pero visionaria: utilizar señales eléctricas para controlar un haz de electrones dentro de un tubo de vacío, de forma que el impacto sobre una superficie fosforescente reprodujera formas luminosas.
Era la semilla del tubo de rayos catódicos (CRT), el mismo principio que décadas después haría posible los televisores, los monitores de ordenador y, más tarde, los primeros videojuegos.

Del laboratorio al salón de casa

Rosing nunca vio su invento convertido en televisión doméstica. Murió en 1933, poco antes de que sus discípulos —entre ellos, Vladímir Zworykin, que emigró a Estados Unidos— llevaran el concepto a su madurez.
Zworykin desarrolló el iconoscopio, un sistema de cámara electrónica que junto al tubo receptor completó el circuito: ver a distancia ya era posible.

A partir de ahí, la evolución fue meteórica.
Primero la televisión pública, luego el color, el vídeo doméstico, los monitores CRT, las pantallas planas, los paneles LCD, los OLED…
Y un siglo después, los smartphones plegables y las gafas de realidad aumentada siguen siendo, en el fondo, descendientes directos de aquella primera chispa de Rosing.

De los rayos catódicos a la retina digital

Pocas tecnologías han moldeado tanto la sociedad como la capacidad de mostrar imágenes a distancia.
Todo lo que hoy entendemos por cultura visual —la televisión, el cine, el ordenador, el móvil, la interfaz gráfica— deriva de esa patente de 1910.
Lo que entonces era un haz de electrones, hoy son millones de píxeles controlados por IA, capaces de reconstruir, crear o alterar imágenes con precisión cuántica.

Lo irónico es que Rosing, en sus notas originales, hablaba de un propósito casi filosófico: “hacer visible lo invisible”.
Más de un siglo después, la inteligencia artificial cumple esa promesa en otro plano: hace visible lo que nunca existió.

Un siglo mirando pantallas

El 30 de octubre debería recordarse no solo como una fecha técnica, sino como el comienzo de la era de la imagen electrónica, el punto en el que la humanidad empezó a mirar el mundo a través de un marco luminoso.
Un marco que hoy llevamos en el bolsillo, que domina nuestro tiempo y que redefine la manera en que aprendemos, trabajamos y soñamos.

Quizá el mejor homenaje a Boris Rosing sea recordar que toda tecnología nace de una pregunta sencilla:
¿Y si pudiéramos ver más allá de lo que tenemos delante?