El mes de la ciberseguridad llega a su fin. OktoberSEG —nombre con el que se ha bautizado esta edición dedicada a la concienciación y la protección digital— cierra octubre con multitud de campañas, talleres y mensajes preventivos sobre contraseñas seguras o autenticación multifactor.
Pero más allá de las buenas prácticas, lo cierto es que la ciberseguridad ha entrado en una nueva fase: una en la que el adversario no solo se adapta, sino que aprende; en la que las identidades ya no son solo humanas; y en la que las normas europeas comienzan a poner orden en un terreno cada vez más complejo.
Este 31 de octubre, más que cerrar un mes temático, deberíamos abrir una conversación sobre el futuro inmediato de la ciberseguridad.
La IA ofensiva: cuando el enemigo también piensa
Hasta hace poco, los ataques informáticos seguían patrones más o menos reconocibles: un correo fraudulento, un enlace sospechoso, un archivo malicioso.
Hoy, los ciberataques generados o asistidos por inteligencia artificial están cambiando las reglas. Los modelos de IA generativa pueden crear textos convincentes, imitar voces, falsificar identidades visuales y, lo más preocupante, aprender de sus propios errores.
Según informes recientes del sector, el malware impulsado por IA es ya una de las grandes tendencias para 2025. No hablamos de ciencia ficción: hablamos de software capaz de modificar su código para evadir detecciones, o de agentes automáticos que lanzan campañas de phishing hiperpersonalizadas, con lenguaje natural y tono realista.
En paralelo, la llamada Shadow AI —el uso de modelos no supervisados dentro de las empresas— se ha convertido en una nueva superficie de riesgo. Un empleado que usa ChatGPT, Copilot o cualquier otro asistente con información interna podría estar filtrando datos sin ser consciente de ello.
Conclusión: la ciberseguridad ya no se defiende solo con barreras, sino con inteligencia. Las organizaciones necesitan sistemas capaces de detectar patrones anómalos y aprender con la misma agilidad que los atacantes.
Identidades humanas, identidades máquina
En plena automatización de procesos y despliegue masivo de servicios en la nube, cada empresa gestiona miles de credenciales… y muchas de ellas no pertenecen a personas.
Los sistemas, contenedores, microservicios y bots también tienen identidades digitales, con permisos, certificados y accesos.
La nueva frontera de la ciberseguridad pasa por la gestión de identidades no humanas. Gartner ya la considera una de las tendencias críticas del año: las empresas que no controlen quién —o qué— tiene acceso a qué, están abriendo la puerta al caos.
Un ejemplo sencillo: un bot que automatiza tareas administrativas podría estar utilizando credenciales con acceso a bases de datos sensibles. Si esas credenciales no caducan ni se auditan, un atacante podría explotarlas para moverse dentro del sistema sin ser detectado.
No se trata de paranoia, sino de gobierno digital. La ciberseguridad moderna debe gestionar identidades híbridas: humanas y de máquina, asegurando que los permisos se revisen, roten y limiten por defecto.
Europa aprieta: el Cyber Resilience Act
Mientras tanto, la Unión Europea ha decidido pasar del “debería” al “debe”.
El Cyber Resilience Act (CRA) establece obligaciones claras para fabricantes y proveedores de productos con componentes digitales. Desde routers hasta electrodomésticos conectados, todos deberán garantizar actualizaciones de seguridad, transparencia en las vulnerabilidades y un ciclo de vida cibernético responsable.
Para las empresas, esto implica dos cosas:
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Exigir certificaciones y cumplimiento a sus proveedores tecnológicos.
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Prepararse para auditorías que no solo evalúen la seguridad de sus sistemas, sino también la de sus productos y servicios digitales.
La regulación, lejos de ser una carga, puede convertirse en una ventaja competitiva.
En un mercado saturado de soluciones digitales, poder decir “cumplimos el CRA” será sinónimo de confianza.
De la cultura del miedo a la cultura de la vigilancia activa
El cierre de OktoberSEG no debería quedarse en un recordatorio de contraseñas.
Debería servir para reflexionar sobre la madurez de nuestras organizaciones ante un entorno que ya no se define por el si ocurre, sino por el cuando ocurra.
Tres acciones sencillas para empezar hoy:
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Audita tus identidades no humanas. Comprueba qué servicios o scripts tienen permisos y si siguen siendo necesarios.
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Evalúa tus proveedores. Pregunta si su software cumple con las nuevas exigencias europeas.
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Crea conciencia, no alarma. La mejor defensa es un equipo informado que actúa con criterio y sentido común.
Epílogo: la seguridad como parte del ADN digital
En Kernel Reload solemos mirar la tecnología con una mezcla de fascinación y escepticismo.
La ciberseguridad no debería ser una trinchera al margen, sino una capa invisible integrada en cada decisión tecnológica. Desde la automatización hasta la IA generativa, el reto no es solo protegernos de lo que viene, sino diseñar un futuro digital más confiable, consciente y responsable.
El mes de OktoberSEG termina, pero el verdadero desafío empieza mañana.
