YouTube se baja los pantalones ante Trump: 24,5 millones por callar

YouTube ha decidido que la libertad de expresión es negociable… siempre que seas Donald Trump y tengas abogados que cuestan más que un satélite de Starlink. La plataforma, tras años de “defender la democracia” a golpe de banhammer, acaba de soltar 24,5 millones de dólares para cerrar la demanda del expresidente por su suspensión tras el asalto al Capitolio.

En resumen: los mortales se comen strikes, Trump se come millones.


El dinero no huele, pero se paga caro

El acuerdo mete a Google/YouTube en la misma lista de Meta y X, que ya habían pasado por caja: 25 millones los de Zuckerberg, 10 millones los de Musk. Ahora YouTube suelta casi 25 millones, de los cuales 22 van a parar al Trust for the National Mall, esa ONG que financia proyectos “patrióticos” alrededor de la Casa Blanca. Vamos, que el dinero vuelve al círculo del poder, no a los usuarios que se tragaron el caos de desinformación en 2021.

El mensaje es claro: no importa lo que digan sus políticas de moderación, lo que importa es cuánto ruido y poder puedas agitar en los tribunales.


Moderación para pobres, excepciones para ricos

Aquí está la trampa. Cuando un youtuber random sube un vídeo con copyright de cinco segundos de fondo, le cierran el canal, le quitan la monetización y gracias. Pero cuando Trump monta una campaña para incendiar medio país, la sanción acaba en un cheque millonario a su favor.

La gran contradicción es que YouTube sigue defendiendo que no es un medio, que no es responsable editorial. Sin embargo, paga como si lo fuera. Se ahogan en su propia doble moral: censuran a los pequeños para parecer serios, y se arrodillan ante los grandes para no perder privilegios políticos.

Si quieres ver otro buen ejemplo de cómo las plataformas hacen equilibrismos hipócritas, échale un ojo a nuestro análisis sobre la obsesión por los algoritmos y cómo las big tech se esconden detrás de ellos como si fueran magia negra inapelable.


El precedente venenoso

El acuerdo con Trump no es un cierre: es una apertura. Si un expresidente puede doblar el brazo a YouTube, ¿qué impedirá que otros políticos o millonarios hagan lo mismo? Esto no es “defensa de la libre expresión”: es la institucionalización de que las normas de internet se compran al mejor postor.

El verdadero riesgo es que las políticas de moderación dejan de tener sentido para la comunidad. La coherencia se evapora y se convierte en puro capricho corporativo: hoy castigan fake news, mañana negocian con ellas.


Lo que nadie te cuenta sobre esto

El detalle sucio es que Google no pierde nada real en el acuerdo. La mayor parte del dinero va a una fundación “respetable”, lo que convierte el pago en una especie de donación patriótica que encima les limpia la imagen. Trump cobra su victoria política, YouTube lava la culpa y el ciclo mediático gira unos días.

¿Y los usuarios? Como siempre: invisibles. Los mismos que crearon el contenido que mantiene vivo YouTube no verán ni un céntimo, ni una disculpa, ni un cambio de reglas. La moraleja no es sobre libertad de expresión, es sobre cómo el poder arregla los problemas entre ellos y deja al resto pagando la fiesta.