El auge de los perros robot ha dejado de ser una excentricidad de laboratorio para convertirse en herramienta cotidiana en tareas de seguridad, inspección y apoyo en entornos de riesgo. En ese contexto aparece D1, un modelo desarrollado por la compañía china Direct Drive Technology que lleva el concepto un paso más allá: no solo camina y rueda, sino que puede dividirse en dos unidades bípedas independientes para adaptarse a distintos escenarios. Un diseño modular que apunta directo a la vigilancia, el reparto de corta distancia y las producciones audiovisuales.
Perros robot para todo tipo de misiones
Los robots cuadrúpedos se han convertido en una pieza cada vez más habitual para cuerpos de seguridad y equipos técnicos en ciudades de todo el mundo. Se emplean en labores de vigilancia, inspecciones en zonas complicadas, apoyo en tareas policiales y militares o en misiones de alto riesgo como desactivación de bombas, además de poder servir de guía para personas con discapacidad.
La clave de su éxito está en esa combinación de movilidad y resistencia: pueden moverse por terrenos irregulares, entrar en espacios donde un humano estaría en peligro y soportar condiciones adversas. A esto se suma la evolución del hardware y el software, que ha permitido que algunos modelos no solo caminen, sino que también sean capaces de rodar o incluso trepar para superar obstáculos que antes les resultaban imposibles.
D1: diseño híbrido y cuerpo divisible
En ese contexto llega D1, un perro robot concebido específicamente para vigilancia, reparto de objetos a poca distancia y apoyo en rodajes. Su configuración base recuerda a la de otros modelos del mercado: un cuerpo central con cuatro extremidades. La diferencia está en que, en lugar de patas convencionales, incorpora cuatro patas con ruedas en la parte inferior, lo que le permite alternar entre caminar y desplazarse rodando según las necesidades del terreno o la misión.
El elemento verdaderamente distintivo de D1 es su acoplador magnético situado en la mitad del cuerpo. Gracias a este sistema, el robot puede dividirse en dos módulos que se separan físicamente. Cuando esto ocurre, cada mitad se transforma en un pequeño robot bípedo autónomo, capaz de operar por su cuenta y completar tareas en paralelo. Esta modularidad abre la puerta a situaciones en las que un solo dispositivo llega al lugar y se “desdobla” para cubrir más terreno o realizar funciones diferentes al mismo tiempo.
Potencia de cómputo y capacidades físicas
Cada módulo de D1 integra su propio procesador Jetson Orin NX con 8 GB de memoria y ejecuta un sistema operativo basado en Ubuntu 22.04, lo que sitúa su capacidad de cómputo en la misma liga que otros robots avanzados orientados a visión artificial y toma de decisiones en tiempo real. Cuando ambos módulos están unidos, trabajan de manera coordinada para superar terrenos complicados, subir pendientes o ejecutar movimientos avanzados como piruetas, aprovechando la potencia combinada de sus dos “cerebros”.
En cuanto a especificaciones físicas, el conjunto de D1 alcanza un peso de 24,3 kilos, puede llegar a los 11 km/h cuando se desplaza rodando y es capaz de transportar hasta 100 kilos de carga, cifras que lo colocan claramente en la categoría de herramienta profesional y no de juguete tecnológico. Su autonomía supera las cinco horas de uso gracias a una batería de 23,2 V, lo que resulta especialmente relevante en misiones prolongadas de vigilancia o grabación donde no siempre es posible recargar el equipo con frecuencia.
Un robot modular con precio de herramienta profesional
Más allá de la parte puramente técnica, la propuesta de Direct Drive Technology apuesta por un modelo de venta flexible. Es posible adquirir los módulos por separado o el robot completo: cada unidad tiene un precio de 6.499 euros, mientras que el D1 ensamblado se sitúa en torno a 12.100 euros. Esta estructura de precios encaja con la idea de un dispositivo pensado para empresas y organizaciones que puedan adaptar la inversión a sus necesidades concretas.
Esa flexibilidad comercial se suma a la modularidad física. Un estudio de grabación, por ejemplo, puede utilizar el robot completo para transportar equipo ligero por un set y, llegado el momento, separar los módulos para cubrir diferentes ángulos o tareas de apoyo. Del mismo modo, en vigilancia de recintos cerrados, la posibilidad de dividir el dispositivo permite monitorizar dos zonas a la vez sin desplegar un segundo sistema independiente, lo que reduce complejidad logística y mantenimiento.
Qué implica un perro robot que se parte en dos
El D1 no solo es un ejemplo llamativo dentro de la categoría de perros robot: también adelanta hacia dónde puede evolucionar este tipo de soluciones. La idea de que un único dispositivo pueda reconfigurarse sobre la marcha para atender escenarios cambiantes encaja con la tendencia hacia robots más versátiles, capaces de asumir distintos roles sin necesidad de multiplicar el número de unidades.
Al mismo tiempo, la combinación de ruedas y patas, sumada al peso que puede transportar y a la autonomía de la batería, refuerza el mensaje de que estos robots ya no son prototipos, sino herramientas de trabajo que pueden integrarse en flotas de seguridad, logística de última milla o producción audiovisual. El reto estará en cómo se regulan su uso y sus despliegues en espacios públicos, un debate que acompañará a cualquier máquina que pueda moverse, grabar y tomar decisiones de forma semiautónoma.
En definitiva, D1 representa una nueva vuelta de tuerca en la robótica cuadrúpeda: un perro robot que camina, rueda y se divide en dos para adaptarse al escenario, con potencia de cómputo suficiente para tareas complejas y un precio que lo sitúa en el terreno profesional. Un recordatorio de que la próxima generación de robots no solo será más inteligente, sino también más modular y adaptable que nunca.