Durante siglos, la Luna se asoció con la menstruación como si el satélite fuera un reloj biológico en el cielo. Hoy, un nuevo estudio en Science Advances apunta a que esa conexión podría estar debilitándose. ¿La culpable? La luz LED de móviles y pantallas que invade nuestras noches. La pregunta es: ¿estamos ante un hallazgo real o ante otra narrativa científica que suena demasiado bien para ser verdad?
El estudio que dispara titulares
La investigación, liderada por la neurobióloga Charlotte Helfrich-Förster, analizó 11.500 registros de menstruaciones de 176 mujeres a lo largo de 70 años. Los datos muestran que, antes de 2010, muchas mujeres parecían sincronizar su ciclo con las fases lunares (luna nueva o llena). Después de 2010, esa supuesta sincronía habría disminuido, coincidiendo con el uso masivo de luz LED y smartphones.
El razonamiento es sencillo: si la luz natural de la Luna pudo influir en los ritmos menstruales, la luz artificial de pantallas y bombillas podría haber roto esa armonía. Pero el problema es que el estudio no midió directamente la exposición a la luz, lo que convierte la hipótesis en especulación más que en certeza.
Entre mito y biología
No es la primera vez que alguien intenta demostrar que la menstruación sigue los ritmos lunares. En 2019, la app Clue analizó 7,5 millones de ciclos y no encontró sincronías significativas con las fases lunares. Más bien, la coincidencia parece deberse a que el ciclo menstrual promedio dura 29 días y el ciclo lunar 29,5. Demasiada coincidencia como para no crear leyenda, pero insuficiente como para sostener una ley biológica universal.
En cualquier caso, sí hay consenso en algo: la luz artificial afecta al reloj biológico humano. Sabemos que mirar el móvil de madrugada retrasa la secreción de melatonina y altera el sueño. Lo nuevo aquí es vincular esa alteración con la pérdida de un supuesto vínculo ancestral entre Luna y menstruación.
Reflexión crítica: ¿ciencia o marketing lunar?
El riesgo de estos estudios es caer en la narrativa fácil: “los móviles nos desconectan de la naturaleza”. Es un titular irresistible, pero la evidencia es débil. Con una muestra reducida, sin datos objetivos de exposición lumínica y con múltiples factores que afectan al ciclo menstrual (estrés, dieta, genética, salud), hablar de causalidad es arriesgado.
Es un buen ejemplo de cómo la ciencia se mezcla con el mito cultural. Igual que analizamos cómo las pequeñas molestias tecnológicas acaban moldeando nuestro día a día, aquí lo que vemos es cómo un dato biológico (29 días ≈ 29,5 días) se convierte en relato que resiste al paso de los siglos.
Lo que nadie te cuenta sobre esto
La sincronía menstrual-lunar es más poesía que biología. Y eso no es malo: necesitamos relatos que nos conecten con la naturaleza. El problema llega cuando la ciencia se usa para validar supersticiones o para vender lámparas de luz cálida “que devuelven el ciclo lunar a tu útero”. Spoiler: lo próximo en Instagram serán influencers vendiendo “detox lunares” con filtros de neón.
¿Tú qué opinas? ¿Estamos perdiendo un vínculo ancestral o simplemente ganando excusas modernas para odiar aún más a las pantallas?